22 octubre 2010

Ateos devotos?

La Iglesia católica es una institución que aún conserva una notable influencia en la sociedad -a pesar de que la mayoría de sus templos suelen estar regularmente vacíos y de que casi nadie, ni aún sus fieles, sigue las directrices oficiales en materia de moral.
Si pensamos esto, nos daremos cuenta de que no sólo tenemos una estructura mental católica para ser creyentes sino que también la tenemos para ser ateos; para negar a Dios y la religión sólo podemos hacerlo desde aquella plataforma que nos lo hizo conocer. Nuestro vocabulario cotidiano, así como nuestro refranero, supura catolicismo por todas partes. La forma de juzgar lo correcto y lo incorrecto parte inevitablemente de postulados católicos. . 
Nuestras vidas, tanto en el caso del más “mocho” de los ciudadanos como en el del más ateo de los vecinos, está dominada por el catolicismo: el nombre que llevamos es, en la mayoría de las personas, el de un santo católico, el de una advocación de la Virgen, o el del mismo Jesús; nuestra vida está repleta de actos sociales que no son más que formas sacramentales católicas -bautismos, primeras comuniones, bodas, funerales, etc.-,  
Lo queramos o no, estamos obligados a vivir dentro del catolicismo, y ello no es ni bueno ni malo, simplemente es. Tan es así, que conocemos perfectamente, lo creamos o no, que María fue considerada Virgen desde siempre, que Jesús fue hijo único y que murió y resucitó a los tres días 
Uno no puede dejar de sorprenderse cuando se hace consciente de que los católicos, así como una buena parte de sus sacerdotes, no conocen la Biblia. . Si miramos hacia atrás en la historia, veremos que la Iglesia sólo hace dos siglos que levantó su prohibición, impuesta bajo pena de prisión perpetua, de traducir la Biblia a cualquier lengua vulgar. La Iglesia no ordenó una traducción castellana de la Biblia sino hasta la última década del siglo XVIII. 
A pesar de que actualmente, la Biblia está al alcance de cualquiera, la Iglesia católica sigue formando a su grey mediante el Catecismo y lo que llama Historia Sagrada, que son textos tan maquillados que apenas tienen nada que ver con la realidad que pretenden resumir. 
Con esta argucia, la Iglesia católica niega todo aquello que la contradice desde las Escrituras afirmando que “no es de Tradición”. Así, por ejemplo, los Evangelios documentan claramente la existencia de hermanos carnales de Jesús, hijos también de María, pero como la Iglesia no tiene la tradición de creer en ellos, transformó el sentido de los textos en que aparecen y sigue proclamando la virginidad perpetua de la madre y la unicidad del hijo. 
El contenido de los documentos bíblicos obedece siempre a necesidades político-sociales y religiosas concretas de la época en que aparecieron; que fueron escritos, en tiempos casi siempre identificados, por sujetos con intereses claramente relacionados con el contenido de sus textos y que fueron el resultado de múltiples reelaboraciones, añadidos, mutilaciones y falsificaciones; es decir, que, desde nuestro punto de vista, no hay la más mínima posibilidad de que Dios -cualquier dios que pueda existir- tuviese algo que ver con la redacción de las Escrituras. 
Si la Biblia es la palabra divina, tal como afirman los creyentes, resulta obvio que la Iglesia católica, al falsearla y contradecirla, está traicionando directamente tanto la voluntad del Dios Padre como la del Dios Hijo -a quienes dice seguir fielmente-, al tiempo que mantiene un engaño monumental que pervierte y desvía la fe y las obras de sus fieles.