28 abril 2010

CAT DICE:

“He vivido muchos años y he tenido muchos problemas, La mayoría de los cuales nunca ocurrieron” – Mark Twain

En tu niñez quizá los adultos te enseñaron a no hacer tonterías, a no cometer errores, que los que se equivocan son los irresponsables y que debías dejar de hacer ciertas cosas que “estaban mal”.
Con eso los padres o los profesores quizá con las mejores intenciones solo sembraron miedo a intentarlo. Por lo tanto, te enseñaron a poner frenos a tu acción.
¿Alguna vez has estado conduciendo tu automóvil y de repente te das cuenta que estaba con el freno de mano puesto? ¿Te imaginas continuar manejando sin quitar el freno de mano?
La vida de muchas personas transcurre con el freno de mano puesto. Se aferran a las imágenes negativas que tienen de ellos mismos o siguen sintiendo los efectos de experiencias negativas y “duras” que aún no pueden superar y dejar atrás. De ese modo permanecen en una zona de confort que ellos mismos se han creado.
“Todo lo que usted desea esta justo fuera de su zona de confort” Robert Allen
 Lo peor de todo es que a pesar de que no están satisfechos, permanecen allí, porque es mejor sentirse “seguros” sin arriesgarse a salir adelante.
 Esto recuerda a una historia:
Juan es un hombre a quien le gustaba hacer largas caminatas. Un buen día tras 2 horas explorando los alrededores de donde estaba acampando llegó a una pequeña cabaña en la colina. Saludó al hombre que vivía allí, quien le dio la bienvenida y le ofreció un poco de agua fresca.
Mientras comentaban acerca del paisaje y lo hermoso del lugar, se escuchaba en la parte trasera de la casa unos aullidos y quejidos constantes. Eran tan insistentes que Juan, no pudo dejar ir a ver detrás de la casa y encontró a un perro tratando de dormir.
-       ¿Qué le pasa a este perro, porque se queja tanto? – preguntó intrigado.
-       Ha!, es Piero, siempre es así. ¡Cuando cambiará! – exclamó el ermitaño.
-       ¿Qué es lo que le ocurre? ¿Parece que está enfermo?
-       No, mi buen amigo. Piero es un perro tonto y holgazán, por eso aúlla y se queja todo el día.
-       ¿Cómo es eso? – Preguntó intrigado Juan – ¿Se queja por tonto?
-       Lo que pasa es que en su casa, en el lugar donde se echa a dormir, hay un clavo que le lastima, y por eso se queja. – Contestó en forma burlona.
-       ¡Realmente es tonto! – Dijo Juan – Sin embargo, ¿Porqué no se levanta y se hecha en otro lado?
-       Lo que pasa, mi amigo,  es que no le duele lo suficiente.

Esta historia es tan real, que prácticamente describe la vida.
Hay quienes se quejan de su situación, de lo que no tienen, y se pasan la vida  en lamentaciones. Sin embargo no hacen nada para cambiar.
Están en su zona de confort, donde el dolor no es suficiente como para hacer algo que cambie sus resultados.
Otra causa posible para la falta de acción es el estar pasando por malos momentos. Accidentes, despido del trabajo o pérdida de seres queridos, pueden suponer algunos estados emocionales bajos.
Por supuesto podremos atribuir que desde un estado de depresión, “movernos” no es algo que queramos hacer. Sin embargo, millones de seres “se quedan en ese estado”, como una manera de pasar los días permanentemente. Así, pues, se requiere confianza para moverse, para avanzar, para arriesgarse. Si creo que puedo ganar lo intento, si no lo creo, ¿para qué intentarlo?
Confiar es creer que se dispone del potencial o los recursos para obtener lo que se busca.
La vida es movimiento, es acción. No es posible lograr nada consistente o durable sin acciones concretas y adecuadas. Tendemos a paralizarnos, negar, evadir o agredir, por temor, confort o negligencia. Es posible aprender a ser más activos apoyándonos en la confianza, la responsabilidad, la voluntad, la creatividad y la fe.
Nos resta preguntarnos si es momento de quedarse o actuar; cuáles son las áreas en las que estamos “dormidos” y requerimos despertar la actividad; de valorar todo lo que podríamos lograr, aprender o avanzar si superamos la inacción, la resignación.
(De un artículo de Javier Quiróz)

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